Desde Colombo llegamos a Galle en busca de la primera ciudad que íbamos a visitar de verdad. Decidimos alojarnos dentro del fuerte pagando un poco más que por alojamientos más sencillos fuera de las murallas, porque nos apetecía estar en un ambiente más relajado y lo que realmente queríamos visitar era precisamente el fuerte y las murallas.
Nos esperábamos lluvia y mal tiempo, pues así lo indicaban todas las fuentes de información: por internet y en la guía, habíamos leído que en agosto el monzón entra por el suroeste y por lo tanto es la zona de Galle la que se lleva la peor parte; en Colombo nos habían advertido, tanto en el hostel como en la estación, del mal tiempo que hacía por estas fechas en Galle, e incluso en la app de nuestros móviles la situación actual y la previsión para los días siguientes era de lluvias intensas. Sin embargo, cuando nos bajamos del tren bajo un sol de justicia y un calor sofocante confirmamos que la política que seguiríamos en cuanto a meteorología se refiere sería, por el momento, hacer caso omiso de las previsiones a la hora de tomar decisiones.
Solamente cruzar las puertas de las murallas para entrar en el casco antiguo, justo enfrente de la estación, nos alegramos de comprobar que habíamos acertado de pleno en parar en Galle a relajarnos por fin después de las 33 horas de viaje desde Barcelona y la primera noche en Colombo.
La ciudad supera las expectativas que uno se haya creado leyendo descripciones varias. No es sólo una antigua ciudad colonial donde todavía se aprecien restos de cómo debió ser en tiempos portugueses, sino que es exactamente como un tranquilo pueblecito de la costa portuguesa. Prácticamente sin coches, con magníficas casas coloniales por todos lados y un ambiente tranquilo y relajado, pasamos la tarde paseando por el fuerte. Se puede dar la vuelta al fuerte caminando por encima de las murallas, llegar hasta el faro y contemplar el atardecer frente al océano Índico. Por todo el camino nos cruzábamos tanto con otros occidentales de visita como nosotros como con jóvenes parejas locales pasando una velada romántica. Empezamos con la idea de seguir el recorrido que indicaba nuestra guía para ver los puntos más destacados de la muralla y de la ciudad, pero pronto la guardamos en la pequeña mochila que llevábamos en la espalda y nos dedicamos a callejear sin rumbo.
En Galle encontramos justo lo que veníamos buscando. La ciudad no da para más de un día, pero nos habríamos quedado más si hubiéramos tenido más días en total, pasando ratos en las terrazas del fuerte o haciendo pequeñas incursiones a la ciudad nueva para descansar de tanta tranquilidad. Sin embargo, como nuestros días en Sri Lanka están contados y había muchas más cosas que no queríamos perdernos, al día siguiente seguimos nuestro recorrido por la costa sur.
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