Rodeada de dos de los destinos mochileros más importantes del mundo, Tailandia y Vietnam, Camboya es mucho más desconocida. Si bien es cierto que su mayor atracción turística, los templos de Angkor, son el lugar más visitado del sureste asiático, lo normal sigue siendo visitarlo en tours desde Tailandia o Vietnam y olvidar el resto del país, que ha empezado a atraer a viajeros muy recientemente.
Estuvimos sólo 2 semanas en Camboya y aconsejaría contar al menos 3. En el tiempo que tuvimos conocimos 2 mundos dentro del mismo país. Por un lado, la Camboya que vive ajena a todo el ajetreo (y al flujo de dinero) que pasa por Angkor. En esta Camboya parece que el tiempo no pase y uno puede imaginarse como debía ser Tailandia hace medio siglo. Parece que el país todavía se esté recuperando de todos los horrores que ha tenido que pasar el último siglo. Después de ser sometidos por los franceses, de vivir el genocidio más salvaje de la historia con los jemeres rojos, de ser bombardeados por los Estados Unidos e invadidos por los vietnamitas durante la Guerra de Vietnam y de superar una guerra civil que acabó hace sólo unos años, los camboyanos todavía tienen muchas heridas abiertas. El país todavía está plagado de minas terrestres antipersonas (en zonas apartadas es muy importante ceñirse a los caminos marcados y no caminar por campo abierto), el porcentaje de amputados es de los más altos del mundo y la población es muy joven (el 40% tienen menos de 16 años). Sin embargo, si no se indaga un poco a consciencia en su historia y en la de sus habitantes, juzgando por sus sonrisas y su tranquilo estilo de vida, uno podría pensar que los camboyanos han vivido siempre plácidamente entre campos de arroz, haciendo pastar sus bueyes y viendo como el desarrollo llegaba a sus vecinos sin que les preocupara demasiado. La realidad es muy distinta.
En esta Camboya los niños todavía saludan excitados a todo extranjero que pase por delante de su casa, los adultos se esfuerzan en pronunciar unas pocas palabras en inglés, el agua caliente es un lujo y moverse de un lado para otro es pesado. Sin embargo, a los que se empeñen en explorarla les espera la verdadera esencia del sureste asiático, la vida tradicional a orillas del Mekong, diversos grupos étnicos distribuidos en poblados por el este del país y la naturaleza en el centro de la vida cotidiana. Lo mejor es dejarse llevar por el ritmo pausado al que se mueven las cosas, aunque he de decir que en nuestro caso el tiempo nos apretaba y nos dejamos cosas para la próxima vez.
La otra Camboya que descubrimos sólo se entiende con una palabra: Angkor. Siem Reap, la ciudad que representa la puerta de entrada para los visitantes a este mundo fantástico, no tiene nada que ver con el resto del país. La ciudad vive casi exclusivamente de los turistas que se congregan allí para visitar los templos por unos días. En la zona más céntrica se apilan los hostales baratos y un poco más alejados se multiplican los resorts y los hoteles 5 estrellas dignos de los destinos más populares del mundo. La oferta gastronómica incluye los mejores restaurantes camboyanos del país y otras opciones para todos los gustos: italianos, mejicanos, franceses, libaneses, indios… Y para completar el día después de la visita a los templos se puede disfrutar de masajes camboyanos, ir de compras al mercado o a los múltiples outlets de los alrededores (son outlets con productos de temporadas anteriores de grandes marcas internacionales fabricados en Camboya o Vietnam, mayoritariamente, que no se vendieron en su momento y acaban allí por precios a los que vale la pena echarles una ojeada), o salir de fiesta por el Pub Street, que tiene poco que envidiar al famoso Khao San Road de Bangkok. Tanta infraestructura no es para menos. Angkor es sencillamente una maravilla. Después de este complejo costará mucho encontrar otro templo que no sea una decepción. Vale la pena aguantar cualquier largo e incómodo trayecto en bus, pagar el elevado coste de la entrada o aguantar el calor y los ejércitos de turistas japoneses para contemplar uno de los lugares más espectaculares del mundo. Para no alargarme, me reservo el artículo especialmente dedicado a Angkor para entrar en detalles y explicar cosas a tener en cuenta.
Con más tiempo habríamos podido descubrir todavía otro mundo: el de las playas camboyanas. Con algunas partes de la costa del sur de Tailandia tan masificadas que ya no tienen nada del tranquilo enclave paradisíaco que fuera años atrás, la costa de Camboya está llamando fuerte a las puertas de las agencias de viajes europeas como alternativa. Nos quedamos con las ganas de descubrir las playas de las que tantas maravillas habíamos oído. Siempre hay que dejar algo para volver, pero tendremos que volver pronto.
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Phnom Penh. Primera parada en Camboya
La primera parada en Camboya fue la capital. Es una ciudad interesante para visitar en un par de días, para entender mejor el país que se va a encontrar. Los dos puntos más importantes son el campo de exterminio de Choeung Ek y el mercado ruso.
Koh Phdao y el Mekong
Desde la pequeña ciudad de Kratie, a orillas del Mekong, se pueden hacer excursiones para conocer la vida tradicional alrededor del río. Lo mejor es alquilar una moto y salir a explorar los alrededores. Nosotros nos acercamos hasta la isla de Koh Phdao, un entorno de película.
Provincia de Mondulkiri. Elefantes y poblados bunong
Las provincias de Mondulkiri y Ranakiri delimitan al este con Vietnam, y son distintas al resto de Camboya en cuanto a paisajes y por sus habitantes. Se pueden conocer de cerca alguna de las minorías étnicas, como los bunong, y hacer excursiones con elefantes. Unos días inolvidables.
Angkor. Algo difícil de explicar
Hay algo que siempre les recordará a los camboyanos que un día, durante un tiempo, aunque fuera hace siglos, fueron el faro del mundo, y su pueblo siempre será el responsable de haber erigido una de las maravillas de la historia de la humanidad: Angkor.
CONSEJOS Y COMENTARIOS
- Moneda: La moneda de Camboya es el riel, aunque no hace falta para nada. En todas partes se utiliza el dólar. De hecho, todos los cajeros automáticos te dan a escojer si quieres sacar riels o dólares, si no es que dan sólamente dólares. Son completamente intercambiables: 1 dólar son 4000 riels y viceversa. Esto quiere decir que si tienes que pagar 2 dólares, puedes pagar con 2 billetes de 1$, con 8000 riels o con 1$ + 4000 riels sin problema. También quiere decir que si no actualizan el cambio, que parece muy establecido en todo el país, y el dólar gana fuerza, será más conveniente pagar en riels (excepto por el hecho de tener que llevar fajos enormes de billetes). Podéis consultar el cambio actual en xe.com. Para pagos menores de un dólar o fracciones siempre se paga en riels; nunca en monedas de dólar, con lo cual 1,5$ significa 1$ + 2000 riels. Por eso va bien tener siempre algo en la moneda local.
- Transporte: El transporte en Camboya es más complicado que en otros países vecinos. La red ferroviaria está muy poco desarrollada, y las carreteras a menudo no están en el mejor estado. Lo más común para desplazamientos por el país son los “minibuses”. En realidad son furgonetas de 10 o 12 plazas que llevan a unos 15 pasajeros, quepan bien o no. Tampoco es especialmente barato, comparado con los estándares del país. Ocasionalmente, para trayectos más concurridos, hay autocares grandes y cómodos. Hay que preguntar y, si no los hay para el desplazamiento deseado, resignarse.
- Alojamiento: Con los alojamientos pasa un poco lo mismo que con el transporte. Fuera de Phnom Penh y Siem Reap, la norma es que los alojamientos sean sencillos, aunque correctos, y no especialmente baratos para ser el sureste asiático. Aun así, se encuentran fácilmente habitaciones con ventilados, mosquitera y, con suerte, agua caliente. Como siempre, lo mejor es leer comentarios de otros viajeros en tu web de alojamientos favorita. La mía es booking.com.
- Llegada a Camboya: Si llegas en autocar desde Vietnam y Tailandia (o si sales) tendrás que sufrir los lentos trámites de la burocracia fronteriza, hacer un par o más de colas y pagar el visado, si no lo traes ya de casa. En los pueblos fronterizos hay que tener paciencia y cuidado con los timos y las pertenencias. Digamos que no es donde se junta lo mejor de cada casa. Si llegas a Phnom Penh por aire, te aconsejo que no cojas los taxis que esperan a la puerta de la terminal, sino que andes hasta el final del párking y salgas a la carretera (sólo son unos metros, después de haberse quitado de encima a los persistentes taxistas). Allí se puede conseguir aproximadamente la mitad de precio para el mismo trayecto.
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