En el último siglo Camboya ha ido cambiando de manos entre las potencias que la iban invadiendo, como si de una pelota se tratara. Los camboyanos fueron colonizados por los franceses, invadidos por los vietnamitas y los siameses (Tailandia actual), masacrados por los comunistas y bombardeados por los norteamericanos, todo ello sin que a nadie pareciera importarle el daño que estaban causando al país. Evidentemente, el orgullo nacional, si jamás existió, quedó gravemente herido a medida que los khmeres contemplaban como su tierra era un campo de batalla constante y era pisoteada por todos sin poder levantar la mano para decir basta.
Sin embargo, hay algo que siempre les recordará a los camboyanos que un día, durante un tiempo, aunque fuera hace siglos, fueron el faro del mundo, y su pueblo siempre será el responsable de haber erigido una de las maravillas de la historia de la humanidad: Angkor.
Angkor es el orgullo nacional eclipsando a todo lo demás, y no es para menos. La cerveza nacional lleva su nombre, la bandera oficial lleva su silueta, y es inconcebible que cualquier persona que visite Camboya no quede estupefacta entre sus tallas milenarias. De hecho, una proporción muy importante de los turistas que llegan a Camboya lo hacen sólo para visitar el complejo de templos. Se organizan tours desde Tailandia, Laos o Vietnam para verlos en una incursión exprés. Es como si uno se encuentra en Barcelona, en Madrid o en Berlín y por la calle se anuncian excursiones para ir a ver la Torre Eiffel en París. Así es el poder de Angkor.
Angkor es un complejo de templos esparcidos por una gran extensión de terreno alrededor de Siem Reap. De hecho, aunque Angkor Wat es el más grande y el que da nombre a todo el conjunto, para la mayoría de visitantes (entre los que nos incluimos) no es el favorito. Lo mejor es alojarse en Siem Reap y desplazarse desde allí hasta los distintos templos que se quieran visitar. Se puede comprar la entrada para 1 día, para 3 o para 5. Lo normal, y lo que recomendaría, son tres días. En un día se pueden ver los 3 o 4 templos más conocidos y podría ser adecuado para una visita rápida, pero se tendrá una impresión demasiado fugaz de uno de los lugares más cautivadores del mundo. Por el contrario, 5 días puede resultar demasiado y que se acabe por aburrir las visitas a los templos, lo que sería una pena (y un derroche de dinero, porque la entrada es desproporcionadamente cara para los estándares del país). La entrada de 3 días da derecho a entrar en el complejo en 3 días distintos durante una semana, sean seguidos o no. Vale unos 65$, un desembolso doloroso pero necesario.
Siem Reap
Alimentada por los millones de turistas que llegan cada año para visitar los templos, Siem Reap es un mundo aparte del resto del país. Los hoteles de lujo se cuentan por docenas, hasta tal punto que, fuera de temporada alta, es interesante echar un ojo a posibles ofertas para darse un capricho. Nosotros nos aprovechamos de ello, abandonamos el estilo de vida mochilero por unos días, y por un precio parecido a lo que pagaríamos por un hostal sencillo en Europa, nos alojamos en un hotel 5 estrellas con todo el lujo y toda la parafernalia que nuestros pobres huesos, que venían de dormir en hamacas en un poblado bunong, necesitaban.
La ciudad combina los hoteles de lujo y los restaurantes a la última para satisfacer el turismo de alto standing que llega en tours organizados, con mercados locales y un ambiente nocturno digno de Khao San Road que atrapan a los mochileros más empedernidos. Es un lugar divertido para alojarse y combinar con la solemnidad de los templos, aunque la visión que se llevará de Camboya quien sólo vea esta parte estará muy incompleta.
Los templos principales
Hay centenares de templos repartidos en miles de kilómetros cuadrados, con lo cual dos personas pueden estar en Angkor los mismos días y ver cosas completamente distintas. Sin embargo, ahí van algunas notas sobre lo que nosotros vimos.
Casi todo el mundo emplea un día en visitar los 3 o 4 templos más conocidos, que se encuentran a una distancia perfecta para recorrer en una jornada. El dilema al que uno se enfrenta es si empezar con estos el primer día, de forma que el impacto está asegurado, pero se corre el riesgo de que después los otros sepan a poco, o dejarlos para el último día para acabar por todo lo alto. Nosotros apostamos por empezar fuerte y disfrutamos igualmente los otros días, pero hacerlo al revés también puede ser buena opción.
Angkor Wat
El más grande y fotografiado (desde fuera) es Angkor Wat. Es el complejo religioso más grande del mundo, y su silueta luce en el centro de la bandera nacional camboyana para orgullo de todo el país. Los más hedonistas no pueden perderse la salida del sol sobre el templo, aunque no hay que esperar una experiencia mística solitaria contemplando como las stupas cortan el cielo anaranjado. Las stupas y el cielo anaranjado están ahí, si se tiene suerte y las nubes no lo empañan, y sin duda la imagen es de una belleza difícil de estropear, pero hay que armarse de paciencia y mantenerse firme para conseguir un metro cuadrado desde donde tener una perspectiva limpia, entre los cientos de turistas que se amontonan alrededor del estanque donde se refleja el templo y desde donde se puede conseguir la instantánea más codiciada. No obstante, aunque el templo es precioso y los relieves que decoran las paredes dan una primera idea de lo que es Angkor, impresiona más desde lejos que recorriéndolo por dentro.
Bayon (Angkor Thom)
El siguiente en el trío de las estrellas es el Bayon. Para llegar hay que travesar una de las puertas de Angkor Thom, el complejo del que forma parte. La más famosa, por ser la mejor conservada, es la puerta sur. Ahí se puede observar un conjunto de esculturas que representan una escena de la mitología hindú que se repite por todo Angkor, bajo la atenta mirada de las cuatro caras de Buda sobre la puerta. Esta mezcla de arte hinduista y budista no es casual. El rey lo mandó construir así en un intento de conciliar, a través del arte, dos bandos que llevaban años enfrentados.
La escena en cuestión cuenta como, por esta única vez, los dioses y los demonios, que normalmente vivían enfrentados creando el equilibrio que regía el mundo, se conjuraron para trabajar juntos para conseguir la amrita, o néctar de la inmortalidad. Ésta se encontraba en el fondo del océano de leche, que se encuentra debajo del océano de agua. Para poder lograr el objetivo cortaron una gran montaña, la clavaron del revés en el fondo del océano, le ataron el cuerpo de un dragón alrededor y tiraron, dioses por un lado y demonios por el otro, para hacer girar el agua y que aflorara el ansiado tesoro. “Menudo cuento para niños”, pensará alguno. Probablemente, aunque gracias a que alguien se lo creyó, y creyó que se debían erigir templos y esculturas que honrasen la obra de los dioses, muchos siglos después todavía podemos admirar el resultado.
El Bayon propiamente es un templo relativamente pequeño, sobre todo si se viene de visitar Angkor Wat, pero su belleza es exquisita. Cada una de las incontables stupas está coronada por 4 enormes caras de Buda que miran en dirección a los cuatro puntos cardinales. La visita se hace corta paseando entre las tallas, subiendo y bajando por los pasillos sintiéndose constantemente observado por las piedras e intentando lograr el encuadre perfecto para captar esa sensación en una foto.
Ta Prohm
Aunque los guías y los folletos turísticos insisten en llamar a este templo “Templo de Tomb Raider”, por ser donde se grabó la película en la que Angelina Jolie hacía el papel de Lara Croft, el Ta Prohm no necesita de la ayuda hollywoodiense para brillar por sí mismo. Siendo completamente distinto a los dos anteriores, éste es uno de los templos donde se dejó la vegetación que había crecido sobre las piedras intacta, para que los visitantes se puedan hacer una idea de la estampa que se encontraron los arqueólogos cuando se empezó la restauración de Angkor a finales del siglo XIX. Aunque quizás a los que lo construyeron hace siglos con el propósito de ser un lugar de culto les dolería verlo así de inservible, la naturaleza ha creado una obra que el hombre no habría podido conseguir en solitario. Las raíces envuelven las piedras talladas, los árboles crecen sobre las esculturas y las telarañas decoran los relieves de una forma tan bella y caprichosa que parece un parque temático. Más justo que referirse a la película para nombrar el templo, sería referirse al templo para nombrar la película.
Otros templos
Aparte de los principales, la visita a Angkor puede completarse con otros centenares de templos. Algunos de los que nosotros visitamos son el Preah Khan, Ta Som, o East Mebon, aunque si nos tenemos que quedar sin alguno es sin duda con el Banteay Srei.
Banteay Srei
Éste es un diminuto templo que se encuentra bastante alejado de los complejos principales y a una hora en tuk-tuk desde Siem Reap, aproximadamente, aunque el viaje vale la pena. También se conoce como el Templo rosa, por el color de la piedra, o el Templo de las Mujeres, porque fue mandado construir por las mujeres de la corte del rey. Sus tallas y relieves son los más bonitos y mejor conservados que vimos en todo Angkor. Aunque el templo es muy pequeño, hay tantos detalles por ver que la visita puede alargarse si se desea. Las figuras de Shiva, las apsaras (sensuales bailarinas) y las escenas mitológicas son de una belleza que atrapa al visitante.
Los alrededores del templo también merecen una paseada. Hay un bonito lago repleto de nenúfares y flores de loto donde se pueden alquilar barcas de remos para dar una vuelta. Cerca de ahí también hay un museo sobre las minas terrestres antipersonas de Camboya o un mariposario, que pueden servir para completar el día, aprovechando el largo trayecto desde Siem Reap.
Irremediablemente, Angkor eclipsa el resto del viaje, sea como sea. Evidentemente, todo lo que vimos en Camboya mereció la pena y, como decía en la introducción al país, nos habría gustado estar más tiempo porque nos fuimos con la sensación de habernos faltado muchas cosas por ver, pero 3 días en Angkor justifican por sí solos cualquier viaje. De entre las maravillas construidas por el hombre, que siempre considero a parte de lo que la naturaleza nos ofrece sin nuestra ayuda, hay pocas cosas que se puedan equiparar a Angkor, ¡aunque hay que seguir buscando!
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